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Opinión,  Política

Reiniciar el PSOE mientras hago la maleta mental

Hoy es mi último día de vacaciones. Esa frase ya debería estar penada por ley. Después de 15 días desconectado en un paraíso del norte de Portugal —tierra del vinho verde, de caminatas por la playa y de vida sin notificaciones— he cometido el mayor error a mi regreso: he encendido la tele.

¿Resultado? Zapping existencial. Estertores de Torre Pacheco, la migración tratada como si estuviéramos en pleno apocalipsis zombi, corrupción a tutiplén —del PP, del PSOE, de quien se tercie— y, por si fuera poco, la mudanza de Paqui, la mujer de Cerdán. Todo eso, en 10 minutos. ¡Qué asco! Y qué realidad más cutre si de verdad esto es lo único que tenemos para contar como país.

Pero no, me niego. Para mí —y espero que también para ti, querido lector con criterio y sentido común— eso es solo una parte de nuestra realidad diaria, la más rancia y rentable para ciertos medios. Porque, aunque no lo parezca, todavía vivimos en un país que, con todos sus defectos, sabe sonreír. Donde se puede ser amable sin que te denuncien por raro, donde se come de escándalo y donde aún puedes dormir a pierna suelta, bueno…., si el calor te deja.

Y entre tanto bajón informativo, reviso mis alertas y… ¡milagro! Encuentro un artículo que me reconcilia un poco con el presente: una entrevista reciente a Juan Lobato. Sí, uno de esos políticos que habla sin gritar y que parece que ha venido a hacer política de verdad, no solo a gestionar su perfil de TikTok.

Lobato plantea algo revolucionario: empatía, participación y liderazgo compartido como claves para transformar el caos en oportunidad. Imagínate, un político que cree en el futuro… ¡y sin hologramas! Una especie en peligro de extinción.

Y es que, amigos, ahora que el PSOE está en un momento de esos que podríamos definir amablemente como de “crisis existencial”, es cuando hay que jugársela. Tocar fondo, coger impulso y dejar de mirarse el ombligo. Es el momento de hacer política para la gente, no para los titulares.


¿Cómo hacerlo? Te lo cuento por partes:

En lo orgánico (que no es solo lo que comes)

Hace falta un Congreso Federal Extraordinario, así con mayúsculas, que sirva de CTRL+ALT+SUPR para el partido. Reset total. Abrirse a la gente, a la calle, a los que votan, a los que no y a los que están hartos de todos. Repartir el liderazgo, fomentar la democracia interna (sí, también dentro de casa), y dejar de hablar en código para que alguien más entienda algo. Volver a tener alma. O al menos cara.

En lo institucional (o remamos todos o se nos hunde la barca)

Hay que reforzar los lazos con los socios de gobierno. Porque adelantar elecciones ahora sería como dejar una paella a medio cocer porque alguien se olvidó del azafrán. Necesitamos unos Presupuestos Generales con alma social, de esos que te reconcilian con pagar impuestos. Y decirles a nuestros socios que ahora no es tiempo de postureo ni de marcar paquete político. Es tiempo de hablar, ceder y hacer política de verdad. La de la calle, no la de plató de TV, utilizando de manera bidireccional armas letales como son, el dialogo, el respeto y la cesión en pos del bien común.


Al final, todo esto va de que la ciudadanía sienta que sus políticos son útiles, no solo que son trending topic por sus comentarios polarizadores en redes. Que hay gente normal (¡sí, normal!), cercana, progresista y con valores que trabaja por el bien común. Gente que no quiere ser salvadora de nada, sino currante de lo público.

Y por eso, más que líderes carismáticos, necesitamos emprendedores de lo social, que escuchen más de lo que tuitean, que contesten a lo que se le pregunta, y que sepan que el futuro se construye en zapatillas, no en un pedestal, ni volviendo al pasado con viejas glorias. Necesitamos proyectarnos al futuro y para eso necesitamos esperanza.

En definitiva, tenemos que reiniciar el psoe, analizando y cambiando las reglas de juego, fomentando y afianzando actitudes y valores adecuados a nuestro ADN, y mejorando sensiblemente nuestra comunicación con la masa social.

En fin, que he vuelto. Y aunque la realidad hoy no sea tan bonita como el atardecer en Viana do Castelo, aún hay esperanza. Pero solo si nos ponemos a ello. Con una caneca de vinho verde o sin ella.


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